Tengo este blog un tanto desatendido. No encuentro más razón para que esto suceda que cierto desorden y falta de disciplina en mi vida, en los últimos tiempos. Quizás, el ponerlo en conocimiento de quienes me aprecian y leen estas líneas, me haga sentirme abochornado y sea éste el primer estímulo para recuperar cierto orden. Recuperar hábitos higiénicos del tipo del necesario sueño nocturno o reducir la ingesta del azúcar que tan dulce, lenta pero inexorablemente me está matando, ayudaría sin duda a que las musas no siguieran pasando de mí. En cualquier caso, me siento obligado a escribir en fecha tan señalada como la de hoy. Mi padre falleció hace exactamente ocho años. Si no fuera porque, en absoluto, creo en la predestinación, sería fácil explicar lo excepcional que para mí y los míos son las circunstancias comunes que hacen coincidir el día de hoy y el mismo de hace exactamente ocho años. El 19 de agosto de 2011, unas cuantas horas antes de que dos de mis deportistas consiguieran en Szeged 2011 la clasificación para Londres 2012, moría mi padre. Quienes sabían del enorme batacazo que para mí supondría la noticia, me la ocultaron hasta una vez acabada la final. La noticia llegó de inmediato al campo de regatas. También la consigna de que yo no pudiera enterarme antes de que mis deportistas compitieran. Mi madre, mi mujer y mis hermanos, habían recibido, sin palabras, la orden de mi padre, de no alterar mi labor técnica hasta que mis palistas cumplieran su trabajo. E hicieron cómplices necesarios a aquellos que en Hungría, pudieran venir a consolarme por lo triste del asunto, ante tan difícil trance en el que con mis deportistas me encontraba. Aquello ocurrió en Szeged, Hungría, en el Campeonato del Mundo de Piragüismo. Viajo en este momento a Szeged, con mi equipo, en busca del mismo objetivo. La casualidad ha querido que la clasificación para Tokio 2020 sea en la misma pista, y fechas en las que hace ocho años sentimientos tan encontrados como la felicidad desbordada y la tristeza sin fin, sucedieran los unos a los otros en un lapso de cinco minutos.
La melancolía y admiración por mi padre van mucho más allá que su recuerdo en la faceta deportiva. Siempre le tendré como ejemplo y referencia en mi vida y la de los míos. En cualquier caso, estoy seguro de que, entre sus oraciones por todos nosotros, también recordará a los piragüistas que aquí lucharán por la clasificación para Tokio 2020, como desde su lecho de muerte hizo hace exactamente ocho años.
Carlos-M. Prendes Gª-Barrosa
Szeged, 19 de agosto de 2019
«Orden, silencio y limpieza»