Historias Olímpicas / “La mirada del tigre”

En mi artículo de enero de 2015 titulado  “1984-1985 Cambio de ciclo en el Equipo Nacional Español de Piragüismo en Aguas Tranquilas” dejé para mejor ocasión el relato de un hecho singular acontecido en la temporada 84 y que giraba en torno a la figura de José Reyes Rodríguez.

Los caminos por los cuales discurre la  motivación de un deportista, en la búsqueda por la consecución de un objetivo, son múltiples y pueden fundarse en las más variadas circunstancias que rodean una trayectoria deportiva.  Las “motivaciones positivas” suelen ser las que guían habitualmente  las aspiraciones más exigentes de un deportista de élite. Aumentar el rendimiento deportivo, lo que permite al deportista ser seleccionado para competir en los campeonatos de mayor relieve, acceder a las mejores condiciones de entrenamiento, mejorar su situación económica, obtener mayor difusión mediática de sus resultados deportivos o satisfacer a quienes más le quieren, son ejemplos de este tipo de motivaciones positivas. De forma paralela y en ocasiones íntimamente solapadas a las motivaciones positivas, se encuentran las motivaciones negativas, más “retorcidas”, y que se fundan, en algunos casos, en deseos de revancha.

Desde sus inicios en el Piragüismo, José Reyes Rodríguez no pertenecía al grupo de deportistas que destacan por su simpatía y refinados modales. Más bien todo lo contrario. Al lado de una progresión en su rendimiento, llamativa a los ojos de cualquier entrenador, medianamente conocedor del entorno deportivo que suponía el Piragüismo Español de comienzos de los 80, y un nivel de condición física y técnica al nivel de los mejores, se cimentaba la historia de un palista un tanto irreverente, solitario, altanero y provocador. No tiene por objeto este artículo el hacer un análisis de las causas que forjaron en Reyes una personalidad compleja e hicieron de él un “outsider” en su etapa como miembro del Equipo Nacional de Piragüismo. Pretendo simplemente relatar un acontecimiento acaecido en el verano de 1984, que demuestra a las claras la relación directa entre la consecución de un objetivo deportivo muy ambicioso y la carga de motivación que le acompaña, en este caso una motivación negativa, utilizada como catalizador eficacísimo del nivel de rendimiento del deportista.

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José Reyes Rodríguez

En un entorno en el que no existían criterios de selección objetivos, las “vacas sagradas” del equipo tenían mucho más poder y capacidad de decisión que el propio entrenador (y cualquier directivo, e incluso el mismísimo presidente de la federación), cuya única ambición era satisfacer los deseos de los Menéndez, Misioné y Del Riego, y donde José Reyes era un “cuerpo extraño”, poco menos que marginado por el resto del equipo, a pesar de su nivel de rendimiento, que, si no era el mejor del equipo antes de ir a Los Ángeles, sin duda era uno de los mejores de entre los ocho kayakistas preseleccionados para la concentración previa a los JJOO, la componenda para que Reyes fuera el excluido en la selección final, era solo cuestión de tiempo. Sin que se entienda como un justificante ante la fechoría que se cometió con Reyes, cierto es que la antipatía y autoexclusión del grupo, no hizo sino enfrentar a todo el equipo  (palistas, entrenador y directivos) con el piragüista del C. N. Ensidesa. Este caldo de cultivo condujo, sin remisión, a una alevosa, injusta y malévola  exclusión  de Reyes del equipo olímpico para Los Ángeles 1984. Quienes la perpetraron, no imaginaron el “chute” de envenenada motivación que inyectaron en la psique de Reyes.

Como cualquier piragüista de élite, joven y con un nivel de rendimiento y resultados que le hacían merecedor de la selección para competir en Los Ángeles 1984, su mayor aspiración y deseo era participar en esa Olimpiada, la primera para él, la más deseada. Un proceso de selección arbitrario y “manipulador” le dejó fuera. José Reyes reprimió su impotencia y derecho al pataleo por tan injusta decisión. Decidió dejar el Piragüismo. José Seguín, su entrenador por entonces en el C. N. Ensidesa, le pidió que siguiera. Aceptó a regañadientes  y con precisión calculada maquinó su venganza. Se conjuró para entrenar más y mejor que nunca en los dos meses que faltaban para el Campeonato de España de Velocidad, donde se volvería a encontrar con todos los seleccionados para Los Ángeles 1984, la semana siguiente a la finalización de los JJOO. El objetivo no era vencerlos por despecho hacia ellos, sino para mostrar a quienes orquestaron su exclusión del equipo olímpico, delante de todo el Piragüismo Español: palistas, entrenadores, directivos y aficionados que acudirían a la cita, que se había cometido una injusticia. En ese campeonato la masiva asistencia de aficionados estaba asegurada. Entre otros motivos que hacían muy atractivo el campeonato, estaba la gran despedida que se ofrecía a Herminio Menéndez, en su tierra, en la competición que suponía su retirada del Piragüismo tras una exitosísima carrera deportiva.

 

Quienes compartimos con Reyes lugar de entrenamiento esos dos meses, entendimos, sin que mediaran explicaciones por su parte, que estaba tramando “algo gordo”. Llegábamos a entrenar por la mañana al embalse y Reyes estaba ya entrenando. Si volvíamos por la tarde, Reyes estaba de nuevo “zurrándose” por el campo de regatas. En la mayoría de las ocasiones, cuando nos íbamos para casa, Reyes seguía entrenando. Aquella obsesión necesitaba de refuerzos psicológicos apropiados. Así, vimos extraños “mensajes” pintados enfrente de la bañera de su K-1 y amuletos situados debajo del asiento. Supongo interminables las sesiones de vídeo con Rocky Balboa en la pantalla. Había que asimilar con intensidad “la mirada del tigre” que le llevaría a tumbar en el ring a quienes habían frustrado su mayor ilusión. Dos años después de este suceso, compartiendo habitación con Reyes en la concentración del Equipo Nacional, en Sevilla, me hizo ver de un tirón, Rocky I, Rocky II y Rocky III, como “calentamiento” para disputar un control selectivo al día siguiente.

En el Campeonato de España las cosas sucedieron, posiblemente, mejor de lo que Reyes podía haber imaginado. Las consecuencias del severo jet lag que sufrían todos los palistas del equipo olímpico (hecho que desfavorecía a quienes apenas tres días antes habían regresado de Los Ángeles) facilitó la consecución del plan de Reyes. Ganó con holgura el K-1 1.000m y 500m. Ganó también el K-2 500m con José Polledo. Y no ganó el K-2 1.000m, con Polledo también como compañero de tripulación, porque no llegaron a tiempo a la salida, pocos minutos después de haber ganado el K-1 1.000m. Embocaron la calle cuando la prueba ya discurría casi 200m después de la salida. Su particular “vendetta” se había cumplido ante los ojos de cientos de atónitos espectadores. En las dos pruebas de K-1 repitió una ceremonia que debió imaginar en innumerables ocasiones, mientras Rocky golpeaba sin compasión a Apollo Creed antes del K.O.: a 25 metros de la línea de meta, dejó de palear, y mientras su K-1 completaba victorioso los últimos metros de la regata, levantó el brazo con el índice apuntando a quienes brindaba la “exhibición”, aquellos que impidieron que se realizara su sueño olímpico, dedicándoles desafiante y lleno de ira  “la mirada del tigre”.

  Carlos-M. Prendes García-Barrosa

 

 

 

Acerca de cime1234

Sprint Head Coach Belgium Flatwater Canoeing National Team Presidente del Club Piraguas Los Gorilas de Candás https://cime1234.wordpress.com/ cime1234@hotmail.com
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