Agosto de 2010
Los Gorilas y “El Entrenamiento Total” (1970-1985).
En cincuenta años de vida de Los Gorilas han cambiado algunas cosas. El club de piraguas del 2010 se parece mucho y, a la vez, se diferencia bastante de Los Gorilas de 1960. En los años 70 del siglo pasado (hay que ver…, “el siglo pasado”) se produjo el “boom” de Piragüismo Español. En los JJOO de Munich 1972 Herminio y compañía avisaron de lo que se avecinaba. En el Campeonato del Mundo de 1975 asombraron al mundo del Piragüismo. Estaba claro que no iban de farol. En los JJOO de Montreal 1976 demostraron que se querían mantener arriba, entre los mejores, por mucho tiempo. Y vaya si lo hicieron. Hasta que Herminio se retiró, en 1984, no se bajó del cajón.
Esa década gloriosa del Equipo Nacional Español, coincidió con los años de supremacía absoluta de Los Gorilas entre los clubs de Piragüismo en España. Los entrenadores del Equipo Nacional Español y los de los mejores clubs, bebían de las mismas fuentes en cuanto a teoría y metodología del entrenamiento en Piragüismo. Algunos habréis oído hablar de Navasart, un entrenador rumano que a principios de los 70 vino a España a hablarles a los entrenadores españoles de cómo entrenar a los piragüistas para que llegaran al alto rendimiento. Los rumanos eran de aquella uno de los equipos punteros en el mundo. Al nivel que lo pueden ser ahora los alemanes y los húngaros. Eduardo Herrero, quien se pasaba unos cuantos meses al año con el Equipo Nacional en Rumanía, se empapaba de la ciencia de éstos y luego la difundía entre aquellos que podían y querían oírle en los cursos de entrenadores. Y ahí estaba mi padre, Amando, tomando nota de todo aquello. Sabía que tenía los “mimbres” adecuados esperándole en Candás para llevar a la práctica aquellas enseñanzas recibidas. Un montón de chavales que aspiraban a algo más de lo que se le ofrecía por aquellos años en el “tiempo de ocio” a la mayor parte de la juventud candasina. Jóvenes que querían emular a Herminio. Jóvenes que creían en el proyecto de Los Gorilas, querían conocer mundo y acabar comiéndoselo.
Nuestras instalaciones deportivas, tan peculiares, tan modestas, tan entrañables…, serían el aspecto que completaría el cóctel que tan buenos resultados aportaría durante tantos años. La fábrica de salazones de pescado del muelle reconvertida en gimnasio (¡qué gimnasio tan maravilloso…!), la aldea, la playa y la mar serían el particular “C.A.R de Los Gorilas”.
Hasta principio de los años noventa la planificación de la temporada se realizaba “al modo clásico”, según apuntaba la teoría de Matveev. Uno o dos macrociclos de entrenamiento en cada temporada. Cada uno de estos ciclos comenzaba con un Periodo de Preparación General, al que seguía otro de Preparación Específica. La culminación de cada macrociclo se alcanzaba con el Periodo Competitivo.
Muchos factores favorecían el que los periodos de preparación general realizados en Candás fueran muy, muy eficaces.
La carrera continua. Los “crosses” por la aldea. Recorridos infinitos corriendo por praos y caleyas de Carreño. Aunque hubiera alguna referencia relativa a la intensidad de carrera, lo más fácil era que cada sesión de carrera acabara convirtiéndose en una competición atlética. Los líderes a seguir en estas carreras por la aldea estaban bien claros. Todos sabíamos que en aquella cuesta arriba o faltando tanto para llegar a Palmera, atacarían, dependiendo de qué época habláramos, Chis, Castillo, Charri, Angel, Mosquera o Félix. Los “piques” en esta primera parte del entrenamiento estaban al orden del día. Y si hoy llegabas al club antes que yo, ya te pillaré mañana… La hora del día, las inclemencias climatológicas o incluso el día de la semana, determinaban si hacíamos “la vuelta a les Gates”, “la vuelta a la Residencia” o “la vuelta a Condres”. Otras alternativas eran el tomar como referencia para el regreso al gimnasio, “Noval”, “La Uz” o la panadería “La Flor”. Si el tiempo amenazaba lluvia fuerte, daríamos las vueltas que fueran necesarias a “la pica”, jugándonos los tobillos en cada bache de la rambla o una buena mojadura si la mar “saltaba” en “la almena”. Y si la marea lo permitía, también pudiera ser que corriéramos por la dársena del muelle haciendo multitud de ejercicios en aquel divertido “juego de carreras” o fartlek en la arena.
El fútbol era otra herramienta para incrementar nuestro nivel de coordinación y resistencia general. Partidos interminables en la arena. Por lo general se jugaban el domingo por la mañana. También en esto del fútbol, estaban claros los talentos de cada uno. La organización del juego pasaba por Chuchi, Angel o Helio. Orlando asombraba con su toque de balón, fintas y amagos constantes. Su primo José Antonio también tenía buena técnica. La contundencia en el corte la ponían Víctor, “Juanillo” y mi tío Carlos. Aladino remataba los corners mejor que nadie. Si había alguna chalana amarrada sobre la arena, también intervenía en el juego, ya fuera como eficaz frontón o inesperado obstáculo en el bloqueo al defensor. Con frecuencia a Chis “se le iba la bola”, remataba a bocajarro y la pelota acababa flotando en la Buraca. Primero se lamentaba “jurando en arameo” y al instante, piadosamente, se arrepentía de lo dicho. En alguna ocasión se recuperó el esférico bajando a Kaki amarrado por los pies con un cabo. A finales de los años 70, cuando la concentración del “Sporting Glorioso” transcurría en Candás, Quini, Cundi, Ferrero o Joaquín podían ser espectadores inesperados de nuestros partidos en la arena.
Cuando no había tiempo suficiente para un buen partido, la marea no dejaba sitio en la dársena o de lo que se trataba era de calentar un poco, se echaba mano de la pachanga. Y el balón casi siempre lo ponía Carola, la vecina de arriba. Si ésta estaba enfadada con el personal por el ruido que hacíamos habitualmente en el gimnasio, Falo se encargaba de enternecerla para conseguir nuestro objetivo, la pelota, insistiendo para que saliera al balcón: “Carooooola, tíranos un baloníííííín”.
Las sesiones de cuestas en Les Escueles de Perlora o La Mata, y las de escaleras en La Escalinata de La Iglesia o la que teníamos al lado del club ayudaban a incrementar la potencia de nuestras piernas.
Las sesiones de gimnasia sucedían a la sesión de la carrera diaria. Aunque no estaba asignado el sitio de cada uno en el gimnasio, todos sabíamos donde se situaban siempre Carrera, Fermín, Gallego, Moncho o Lourdes para seguir los ejercicios que “marcaba” Amando. El objetivo de esta gimnasia era completar el calentamiento antes de hacer la parte principal del entrenamiento. Sin darnos cuenta (o sí…) la intensidad, duración y frecuencia de estas sesiones nos permitía ejercitar la fuerza resistencia cada día. Con una compenetración impecable entre, a veces, más de cuarenta deportistas, cual buen equipo de gimnasia artística, alternábamos saltos, con giros, rotaciones, elevaciones,… Indudablemente la tabla de gimnasia incrementaba día a día nuestra dinámica de grupo.
Los circuitos de “pesas” eran una de las alternativas en el entrenamiento para el desarrollo de la fuerza. En aquella época no teníamos barras y discos que nos permitieran ajustar el peso que cada uno necesitaba. Pedro “el de los carros” hizo en su momento un montón de pesas con desechos de material industrial. La mayoría de ellas estaban muy oxidadas por el efecto del “salitre” y nuestros callos no tenían más remedio que crecer para no destrozarnos las manos en cada entrenamiento. La más pequeña de nuestras pesas rondaba los 12 Kg y la más pesada los 35 Kg. Como nuestros circuitos incidían en la fuerza resistencia (muchas repeticiones con alta frecuencia de ejecución), las pesas de Pedro “el de los carros” eran la herramienta adecuada.
Y si las pesas no constituían la parte principal de la sesión, lo serían posiblemente los ejercicios con gomas elásticas, los ejercicios por parejas con balones medicinales o los circuitos de fuerza resistencia con aparatos.
Hasta hace no más de diez o quince años (que mayor me estoy haciendo…) el libro de Carlos Álvarez del Villar, “La Preparación Física del Fútbol Basada en el Atletismo”, se tomaba entre los entrenadores y preparadores físicos de cualquier deporte como “la biblia de la preparación física”. Carlos Álvarez habla en este libro del “Entrenamiento Total” como uno de los sistemas de entrenamiento para desarrollar la resistencia. Sin coincidir metodológicamente al cien por cien con lo que expone el eminente y ya jubilado profesor del INEF de Madrid en su libro, las estrategias de entrenamiento de Los Gorilas en los periodos de preparación general en su particular C.A.R. en Candás, eran indudablemente “Entrenamiento Total”.