El Club Los Gorilas se suma a los mensajes de condolencia por la muerte de Suso Morlán. El dolor por el fallecimiento de un ser querido nos impulsa a acompañar en el sentimiento a sus familiares y amigos. Esta reacción humana se hace más intensa en nuestro caso al recordar los estrechos vínculos deportivos y profesionales que unían a muchos integrantes de nuestro club con Suso: palistas, entrenadores y muy especialmente por la amistad y camaradería que existía entre Suso y mi padre, Amando. Como tantos aficionados del Piragüismo, nos sentimos orgullosos de haber compartido su amistad y disfrutado de su talento como entrenador, con la cercanía que nos permitía comprobar su magisterio en tantas sesiones de entrenamiento con su pupilo David Cal, en el embalse de Trasona, en la preparación de los JJOO de Atenas 2004, Pekín 2008 y Londres 2012.
En mi caso, el contraste de sentimientos en esta hora es difícil de explicar. Los avatares post olímpicos tras la borrachera de éxito de Suso, en Atenas 2004, resquebrajaron nuestra relación personal y profesional. En vísperas de Londres 2012 retomamos nuestra amistad y ahora entiendo el intenso nivel de comunicación que hemos mantenido los últimos tiempos. Salpicado por montones de comentarios sobre los ambiciosos objetivos que se planteaba con sus “negritos”, Suso no tenía mayor ilusión, con la intención de marcharse con la conciencia tranquila, que el que propiciáramos su reconciliación con aquellos a quienes él creía haber maltratado, para poder solicitar su perdón. En otras circunstancias, el respeto por la discreción con la que Suso llevaba su enfermedad y el pudor que sentía para despedirse, sabiendo que irremisiblemente se moría, me impediría contaros nuestra historia de amistad, enemistad y recientemente compadreo. Perdona Suso si te sientes traicionado por desvelar tus intenciones. Me he permitido la licencia para que quienes lean estas líneas entiendan que, además de un grandísimo entrenador, también tenías un buen corazón. Hace una semana tuvimos nuestra última larga conversación, la que ahora descubro como una despedida en toda regla. Oculto entre los planes que perfilaba para hacer de Isaquías Queiroz un medallista olímpico de récord, me escribió su despedida y el lema que resume su filosofía del entrenamiento:
Que Dios te bendiga, Suso.
Carlos-M. Prendes García-Barrosa