Tras repasar alguna de las últimas entradas de mi blog, me he propuesto afanarme más en el estilo y repasar con extremo cuidado los textos antes de ser colgados en el cuaderno de bitácora. Esas relecturas provocan en mí una sensación de incomodidad tal, que mi primer impulso es eliminar lo que ahora se me muestran como infumables raciones de sentimentalismo cursi. Insisto: me hago mayor y cada vez más insoportable. Sea como fuere, tras contemplar las imágenes de la antigua Blume hecha escombros, no he podido reprimir la nostalgia y el impulso de relatar algunas de las muchas vivencias que acompañaron mis años de interno en la Residencia Joaquín Blume de Madrid.
A principios de los 80 la Residencia Joaquín Blume estaba prácticamente copada por el Atletismo. Los discípulos de Julio Bravo, por un lado, y Pascua Piqueras, por otro, se disputaban el liderazgo entre los internos. Con los fondistas, lanzadores y saltadores, constituían la mayoría de deportistas becados. Badillo y Navarro también tenían claro por entonces que el CAR de Madrid era la mejor alternativa para hacer progresar sus equipos de alto nivel. Así que las listas de internos de Halterofilia y Natación si hicieron más y más numerosas en esa década del siglo pasado. Al lado de todos ellos, la presencia de gimnastas, piragüistas, remeros o pentatletas, no pasaba de ser simbólica.
Las novatadas de la Blume marcaban el comienzo del curso. La necesidad de integración y lo “incruento” de las mismas, justificaron durante años, la celebración de éstas. El “buenismo” al que nos obligan hoy en día los partidarios de lo siempre políticamente correcto, encontraría motivos suficientes para demandarnos a todos los que participábamos en aquella “ceremonia iniciática”. Su punto álgido ocurrió en el comienzo del ciclo olímpico de Barcelona 92. Recuerdo al “Taca” y a Síscar presidiendo cada noche las sesiones de novatadas, ataviados como dioses del Olimpo con Paquito Fuentes y David Martínez como fieles guardianes. Cuando la escenografía pasaba de la Grecia clásica al militarismo nazi, el juicio sobre los novatos era dirigido por oficiales del Tercer Reich perfectamente uniformados. “Benja”(d.e.p.), “Colo”, Arques, “El Bárbaro”, Xavi y “Coco” sometían sin piedad a las por entonces promesas del deporte español. Sabedores de la que se les venía encima y para acabar completamente desinhibidos, los futuros campeones daban buena cuenta de los quintos de cerveza que se servían por entonces en el bufé del comedor. Con el personal “entonado” y el programa de la función bien ajustado por los veteranos en el café de la sobremesa, el éxito de la encerrona a los novatos estaba asegurado. La “semana de pasión” terminaba con total desenfreno en la fiesta fin de novatadas, en fraternal armonía entre los recién bautizados con el engrudo de secreta fórmula (…) y los veteranos. El fin de fiesta acontecía cuando David y el “Bárbaro” hacían el striptease sobre las mesas de la cafetería, despojándose de sus pijamas de rayas, mientras sonaba “Mi agüita amarilla”. Lo que a partir de entonces sucediera en las habitaciones, pertenece a la esfera de lo estrictamente privado.
Continuará…
Carlos-M. Prendes Gª-Barrosa