La visita temprana del domingo a la panadería es especial. Las estanterías, cestas y escaparates se llenan de panes que alegrarán cualquier comida del descanso dominical. Pan blanco, gris, con sésamo, de molde, con pasas, con pepitas de girasol, bollos de los más diversos colores, formas y tamaños, que contentarán a buen seguro los distintos gustos familiares en esta materia. Como ocurre en otros muchos países del norte europeo, el desayuno se afronta, especialmente en domingo, como una comida importante. Además de las ricas confituras, el pan aun caliente, puede acompañarse con quesos deliciosos y ensaladas diversas. Aunque la afluencia a las iglesias en la, hasta no hace mucho, católica Bélgica, ya no es, ni mucho menos, lo que era, sigue siendo costumbre que en muchas familias sucede al suculento desayuno. Y si la variedad de panes satisface los gustos de cualquier comensal, qué decir de las deliciosas tartas que sirven madres y abuelas en las tardes de reunión familiar, tertulia distendida, café y ciclocross. Para un reconocido “llambión”, como es un servidor, vivir en Limburgo es toda una suerte. Las tartas de esta región flamenca son especialmente apreciadas en toda Bélgica. De hojaldre y albaricoque, de bizcocho con pudin y fresas, de arroz con leche, de ciruelas, de manzana con almendras, de buñuelos con mousse de chocolate, etc. El momento glorioso para disfrutar de tales “delicatessen” es la sobremesa del almuerzo, cuando el sector femenino de la familia se afana con la baraja y el masculino se apresta a disfrutar del deporte patrio: el ciclismo.
En el invierno, la competición ciclista se desarrolla lejos del asfalto, entre barro, charcos e incluso nieve. Tan orgullosos están los flamencos de sus ciclistas como pueden estarlo los neozelandeses de sus jugadores de rugby, los japoneses de sus luchadores de sumo o los austriacos de sus esquiadores. Además, en el caso del ciclocross, los flamencos son, desde hace mucho tiempo, los auténticos dominadores de la competición. Detalles que se nos escapan a los profanos en el ciclismo, en relación al material, la composición de los equipos o las características del recorrido, son controlados con absoluta naturalidad por todos los varones de la tradicional familia flamenca. En relación a piñones, platos, bielas, pedales y cambios no hay quién les supere. Los más apasionados siguen a sus ídolos en sus “motor-home” de un lugar a otro del territorio, en la mal avenida confederación belga. Son innumerables las peñas ciclistas y grupos de “supporters” que bien parapetados para combatir el agua y el frío, pasan la tarde del domingo animando, muy pegados a la valla, a sus queridos ciclistas. Y si en las salas de estar, frente al televisor, se disfruta del espectáculo entre tartas y bombones, los que animan in situ a los ciclistas, tiene tiempo a degustar, en diversos puntos del recorrido, las patatas fritas con mayonesa y cerveza en cantidad, como es costumbre por estas tierras, otrora parte del Imperio Español.
Carlos-M. Prendes Gª-Barrosa