El lobo feroz del nacionalismo acecha travestido de abuelita cooficialidad.

Hete aquí al lobo feroz a punto de merendarse a la caperucita feliz de la sociedad asturiana, que de idéntica forma que el resto de españolitos, ha sucumbido a los encantos del buenismo mediático y gubernativo, para aceptar la cooficialidad del bable como algo útil, moderno y necesario, cuando no lo es. Y así, con un poco de vaselina, para que duela menos, tenemos al lobo del nacionalismo metido en nuestra cama, dándonos por salva sea la parte, antes de merendarnos, sin habernos enterado. Solo un poquito.

No hace falta estar muy atento a la actualidad de nuestros municipios, nuestras redes sociales y los medios de comunicación asturianos, para comprobar como prolifera el bable uniformizado, ese que nunca hemos escuchado, ni emplearon nuestros ancestros, ni antes, ni después de la Guerra. Ni la Civil, ni la de Marruecos, ni la de Cuba, ni la de la Independencia. Pero es que, los artesanos de este estropicio, quieren que, nosotros, los asturianos, también tengamos una identidad particular, para que cuaje la nación asturiana. Y así, renombran nuestros pueblos y barrios, nos dictan cómo tenemos que hablar entre nosotros y entendernos con las administraciones regionales, para darle forma a ese maléfico plan que enarbolará la llingua como estandarte del nuevo hecho diferencial astur. En la discusión del asunto, se obvia el resultado final de la maniobra lingüística: asturianos de primera y de segunda. Los buenos y los malos. Que ya se encargará el politburó del engendro nacionalista excluyente, en señalar a unos y otros. Los astures con pedigrí, de primera, que hablan como dictan los lingüistas nacionalistas astures, y los de segunda, los malos asturianos hispanohablantes, que no son más que unos fascistas retrógrados que deben salir del terruño, para no molestar. Los ejemplos de esta fechoría están muy cercanos en el tiempo y en la geografía.

Todo ésto, en una sociedad global, interconectada en aspectos tan prácticos y definitivos como son la educación, la economía, el empleo o la sanidad. En este mundo global, quieren imponernos el uso del bable, para cercenar aún más nuestras posibilidades de revitalizar el gran páramo y asilo de ancianos y jubilados en que se está convirtiendo Asturias. Los pocos recursos que tenemos habrá que dedicarlos a uniformizar en la llingua a toda la administración política, educativa, sanitaria y cultural asturiana. ¡Será por perres…! Y los jóvenes asturianos a dedicar su tiempo a formarse obligatoriamente en una lengua que, en el mejor de los casos, les facilitará el acceso al reducidísimo mercado laboral que ofrecerá a sus fieles la minúscula y cerrada nación astur.

Soy tanto o más asturiano que cualquiera de estos nuevos modelos de conducta astur impuesta. Lo llevo en la genética y en la educación. He crecido en una sociedad tolerante en cualquier uso lingüístico. Aquella en la que convivían gentes que hablaban indistintamente el español o castellano, con los que usaban esa misma lengua con giros lingüísticos locales y los que proviniendo de otros concejos asturianos, se expresaban en español o en el bable asimilado a sus propios giros lingüísticos. Sin ningún problema de comunicación y aceptación del otro. Cualquiera de los de mi generación, hemos sido capaces de alternar el uso del español o el habla propia de nuestro pueblo, sin dificultad alguna, ya fuera el interlocutor un vecino o un forastero.  Una sociedad tolerante y abierta que ahora se quiere uniformizar en una sola dirección. Me niego. Se está cercenando nuestra libertad.

 ¡No a la cooficialidad del bable!

Carlos-M. Prendes García-Barrosa

Genk, 7 de noviembre de 2021.

Acerca de cime1234

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