Hace pocas horas recibí desde Candás la noticia de la fatídica muerte de Juanín, “el Plátano”. Apenas habíamos empezado el entrenamiento. Posiblemente los palistas no se habrán dado cuenta, pero hasta el final de la sesión, en mi mente ya no cabían más datos de paladas, velocidad o frecuencia cardíaca. Primero el impacto emocional cuando me llamó Ingrid para avisarme del suceso. Luego el ¿por qué?, que pronto dejó de zumbarme en la cabeza. A fin de cuentas, y aunque parezca cruel el comentario, el suicidio, cuando se ejecuta de forma planificada y consciente, puede entenderse como la expresión más radical de la libertad de la persona. Quién sabe si un coctel macabro de libertad y soledad, habrá empujado a Juanín a quitarse de en medio. Y aunque no haya sido tal que así, ya no merece la pena el analizar por qué lo hizo. De forma automática mi mente voló desde el ¿por qué? a los maravillosos veranos vividos a finales de los 80 y principios de los 90, en Candás, con la banda del Nodo.
Todos los que formábamos parte de la banda, sabíamos que aunque en el grupo había gente de otros barrios de Candás, o los que llegaban en vacaciones desde Oviedo y desde Madrid, el “núcleo duro”, quienes dieron nombre a nuestra peña, eran los del Nodo. Esos que, desde que eran guajes, pululaban inseparables, por el barrio de pescadores «El Nodo», por Rebolleres, por San Antonio o por el Muelle. De trastada en trastada, andaban el malogrado Juanín, “Calo”, Marce, Ovidio, Alfredo, Emilio, Fermín, Juan Carlos, Pelayo, etc. Luego llegó el tiempo en que a “La banda del Nodo” nos unimos unos cuantos más. Tiempo de sentirnos mayores y disfrutar sin límite de nuestra juventud. Y ahí fue a donde se trasladaron mis pensamientos esta mañana, recordando los buenos momentos, los muy buenos momentos, vividos con Juanín y la banda del Nodo durante tantos años. Cualquier acontecimiento de aquellos veranos nos empujaba a juntarnos. Con la excusa de la playa nos encontrábamos por la mañana en el muelle. Al pasar por la heladería, “¡pa mí, un cucurucho de avellana”!, Franjo nos informaba de quiénes de los nuestros estaban ya en «el Barcón” y de los planes para la tarde-noche. Con Ovidio y Marce, Juanín era de los que mejor hacía “el Ángel” tirándose a la mar desde “La Almena”, para sorpresa de los que paseaban por el muelle, entusiasmo y gozo de las chavalas de la pandilla y envidia de los que tan torpes éramos en aquella disciplina. Tras la sesión de holgazanería en el muelle, llegaba por la tarde el momento de la ronda por nuestros habituales lugares de “parada”. Tiempo para el “mariaxi”, las pipas y el “pito”, entre botella y botella de sidra, en las aceras del Mesón del Mar, del Brisas o de La Marinera. Acontecimientos especiales para la peña, eran les fiestes de prao. San Roque y San Antonio. Y porque nos gustaba el prao, la sidra y la buena compañía de todos los que hacíamos la Peña del Nodo, el “Día de la Sardina” escapábamos de Candás hacia el verde de la Residencia de Perlora. Por el Cristo y San Félix, hasta que el cuerpo aguantaba, entre verbena y verbena, y más risa floja por las aceras del Enol, del Nenos y La Cueva. Antes de que subiera al escenario “Cobasqui” y cantara la última “El Ramalote”, nosotros hacíamos la “conga coja” en la Baragaña, con Ovidio marcando el paso. ¡Qué felices éramos! Y si no teníamos bastante con les fiestes del pueblo, p´Antromero tirábamos por San Pedro, pa Oviedo por San Mateo, a la Feria de Muestras de Gijón o a los Remedios en Salave.
Las bodas, los hijos que llegaban, el trabajo, la decrepitud física y asuntos de los que mejor no hablar, se llevaron por delante «La banda del Nodo”. Pero hoy tocaba recordarla. Momentos imborrables de nuestra juventud que seguiremos recordando, ahora con pesar por la muerte de Juanín “el Plátano”. Que Dios te bendiga, Juanín.
(Fotos cedidas por Venancio Fernández)
Carlos-M. Prendes García-Barrosa
(23 de Junio de 2015)
Mi mas sentido pesame. Agustin Cabeza.
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